jueves, 13 de septiembre de 2007

La sidra en Asturias

jueves, 13 de septiembre de 2007
Echando sidra con estilo en Casa Fran (Foto A. Alvarez)

José Manuel Vilabella Guardiola

Del libro “DELIRIOS GASTRONÓMICOS editado por Alianza Editorial


(...) En Asturias hay cientos de sidrerías, pero algunas tienen vitola y prestigio y garantizan la calidad de los productos que sirven. Son sidrerías famosas El Cartero, Casa Román y Ataulfo, en Gijón. En Oviedo el autor recomienda Casa Gervasio, Asturias, La Pomarada y Tierra Astur, donde don César, que entiende el negocio y es hombre serio y riguroso, acompaña a la sidra con tablas de quesos asturianos con el nombre del producto incorporado. En La Felguera tiene buena fama Casa Olivo, y muy cerca, en La Pomar, el viajero deberá tomar unos culines en Casa Isaac, donde los dueños don César y don Isaac dan conversación, los mejores embutidos de Guijuelo y la latería más apreciada y fina de la región. En Avilés visítese Casa Lin y La Quintana; en Llanes, El Cuera; en Cangas de Onís, El Molín de la Pedrera; en Quintueles, en Los Pisones, sirven buena sidra y hacen una ñocla a la plancha que es cosa fina; en Nava párese el viajero en La Figar; en Villaviciosa visítese El Congreso y, si el turista llegase en su deambular por Asturias hasta Taramundi, enjúguese el sudor en Solleiro y pídase una sidra y algo de picar. La sidra, ahora, cuesta trescientas cincuenta pesetas la botella y la gente se queja. ¡Qué barbaridad! ¿A dónde vamos a llegar? ¡Qué escándalo!
A finales del siglo pasado había en Oviedo varios establecimientos que trabajaban el negocio de la sidra en la modalidad de «a perrona la meada», o sea, a diez céntimos la micción. Los parroquianos entraban en un recinto que no tenía servicio y podían beber tanta sidra como quisieran hasta que, irremediablemente, tenían que salir con urgencia para hacer aguas menores y cuando, desahogados, volvían a entrar tenían que pasar otra vez por taquilla. Eran sitios muy divertidos y populares, excepto para los prostáticos de cierta edad, que decían que no había derecho y que así cualquiera.

La sidra es bebida que propicia la relación social y en las sidrerías se ha desarrollado la democracia asturiana, y el autóctono ha modelado su forma de ser y su singular liberalismo. Uno aquí se hace, después de cuatro décadas de residencia, perito en sidras e ingeniero en astures y cuando la gente le pide que asesore, el gastrónomo lo hace, como todos los entendidos, de forma clara, transparente y eficaz.

-¿Qué le parece esta sidra, señor Vilabella?

El autor prueba, chasquea la lengua, realiza el control del retrogusto, olisquea, sonríe con suficiencia y dictamina con misericordia: No está mal, paga el vasu, tien color y espalma bien.
Y si el interlocutor no se queda satisfecho, por el mismo precio matiza y aclara el concepto y pronuncia la frase definitiva, el máximo elogio que recoge el vocabulario del bebedor de sidra, lo que dicen los entendidos cuando, después de deambular por chigres ylagares buscando el palo, encuentran, al fin, el producto deseado:

-¡La madre que la parió... qué sidra!

Llagar Casa Fran, en Lugones
(Foto A. Alvarez)

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