En el antiguo edificio de la sidrería Las Brañuelas, que durante años mantuvo en Viella la tradición de buena sidra y unos sabrosos buñuelos, practicamente desaparecidos de las cartas de todos los restaurantes, pasando a engrosar la lista de los llamados "platos viejunos", aquellos que van quedando en el olvido, tal como algunos que han pasado al olvido víctimas de la globalización del gusto y del esnobismo gastronómico, como el san jacobo, el coctel de gambas, el melón con jamón, la tarta al whisky o el flan con nata.
Pues bien, en este antiguo local, en la misma carretera AS-17 (Riaño-Avilés) hoy autovía a medio terminar y que ha cortado todos los caminos tradicionales, de forma que han dejado aislados peatonalmente los nucleos de población que cruza, desde la Fresneda hasta Bobes, han abierto recientemente el restaurante La Cerezal, que viene a ser una sucursal del conocido restaurante del mismo nombre en San Martín de Collera, Ribadesella, y que trae a Siero su especialidad en arroces, de la mano de dos jóvenes hermanos, aficionados a los deportes al aire libre, muy bien preparados y de muy buen trato.
Este restaurante ha sido el elegido para comenzar la temporada gastronómica y el guiso de arroz con bogavante el motivo principal. La previsión era que aprovecharamos la cercanía para ir dando un paseo desde la propia urbanización, pero al final solo un pequeño grupo se animó a cruzar por el camino que lleva desde el club hasta la carretera de la Belga y de ahí, por la vega cercana al rio Noreña, con el nivel mas bajo de agua que se recuerda, salir al propio restaurante evitando la autovía. Como el día lo permitía comimos en una terraza acristalada, amplia y luminosa, comenzando con unos sencillos entremesas de cecina y bocartes, para pasar al arroz con bogavante, ligeramente caldoso, muy abundante y correcto, todo ello con vinos blanco y tinto adecuados, un postre tradicional, sino recuerdo mal una tarta al queso, y los cafes y licores habituales completaron una comida plácida que retomaremos, probablemente de forma más contundente, el próximo mes de noviembre de la mano de nuestro compañero Guillermo.
Bon apetit
Por la izquierda, "El tigre de Teatinos" (fino estilista) y "El Paparazzi"
disputandose la casera ("cosas veredes, amigo Sancho...")
El grupo al completo, por la izquierda, Miguel, Vicente, Pedro, Pepe, Juan Ramón, Guillermo,
Julián, Mariano, Santi, Virgilio y Alvaro. Agachados: Aurelio, Inocente, Emilio, Tino y Juan
Asegura la gran Vanesa Ferreiro, de “O rey do pulpo”, que hay que cocinar el pulpo con ‘cariño’. Mas “cariño” es voz que proviene del latín “carere” y significa carecer. No es propio, pues, guisar con carencias. La cocina es, como bien lo refleja áticamente Sócrates Cicuta, la disciplina gastropornocibernética por excelencia, por nacer de Estómago, Sexo y Cerebro al honrar el precepto del Ducado de Gastronia que afirma: “Primum edere, deinde fornicare et denique philosophari” (Primero comer, luego fornicar y, por último, filosofar).
El sabio Trifón se expresa bien al mentar uno de los ocho rabos del pulpo, pues una vez muerto el molusco le cuelgan a éste los tentáculos a semejanza de las colas de los animales (DRAE). Trifón no se refería en particular al miembro viril del cefalópodo que, como es bien sabido, es el tercer brazo derecho del macho, suerte de órgano para la cópula con el que penetra en la cloaca de la hembra. Lo que no se recordó en el Fórum Gastronómico de Santiago es que, hace años, las mujeres pegaban con palos a los pulpos machos para ablandarles, sobre todo, el tercer brazo derecho cuya carne deleitosa se reservaba, con suma discreción, para las doncellas en su banquete de bodas. Se dice que la lucha de la especie por sobrevivir dio algunos ejemplares de pulpos zurdos, pero la mutación quedó abortada con la llegada del frío artificial.