domingo, 12 de noviembre de 2017
Restaurante Mayce
domingo, 12 de noviembre de 2017
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Volver a Cartavio de la mano, es un decir, de nuestro compañero Pepe es un placer repetido, "la hermosa villa, bien ordenada y urbanizada, con elegantes viviendas, iglesia nueva, calles limpias y vecinos atentos, cultos y cordiales...", situada en la llana y feraz rasa occidental con suave pendiente hacia el mar Cantábrico, siempre presente. Y además en el acogedor restaurante Mayce, que ha vuelto a sorprendernos con un menú excelente en el que no faltan empanadas contundentes de carne y morcilla, repollo relleno y cabrito al horno excelente. De postre un brazo de gitano como se hacía antes, un notable rioja Lagunilla crianza del 2014, "cereza picota en vista, aroma de ciruelas maduras y un ligero sabor a madera fina, taninos de roble y vainilla en boca" al decir de los expertos, remata una "comida honesta" sin artificios de ningún tipo, alejada de las modas en voga que lo único que hacen es enmascarar los manjares originales.
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Asegura la gran Vanesa Ferreiro, de “O rey do pulpo”, que hay que cocinar el pulpo con ‘cariño’. Mas “cariño” es voz que proviene del latín “carere” y significa carecer. No es propio, pues, guisar con carencias. La cocina es, como bien lo refleja áticamente Sócrates Cicuta, la disciplina gastropornocibernética por excelencia, por nacer de Estómago, Sexo y Cerebro al honrar el precepto del Ducado de Gastronia que afirma: “Primum edere, deinde fornicare et denique philosophari” (Primero comer, luego fornicar y, por último, filosofar).
El sabio Trifón se expresa bien al mentar uno de los ocho rabos del pulpo, pues una vez muerto el molusco le cuelgan a éste los tentáculos a semejanza de las colas de los animales (DRAE). Trifón no se refería en particular al miembro viril del cefalópodo que, como es bien sabido, es el tercer brazo derecho del macho, suerte de órgano para la cópula con el que penetra en la cloaca de la hembra. Lo que no se recordó en el Fórum Gastronómico de Santiago es que, hace años, las mujeres pegaban con palos a los pulpos machos para ablandarles, sobre todo, el tercer brazo derecho cuya carne deleitosa se reservaba, con suma discreción, para las doncellas en su banquete de bodas. Se dice que la lucha de la especie por sobrevivir dio algunos ejemplares de pulpos zurdos, pero la mutación quedó abortada con la llegada del frío artificial.